Cuando intenté incorporarme, noté como la cadena de mi cuello me tiraba para abajo, y volví a comprender otra vez mi situación. He de admitir, que a pesar de la eternidad que había pasado desde captura, todavía tenía a veces impulsos humanos que había pagado caros ante esas mujeres superiores…¿superiores? parece que el la vado de cerebro al que me estaban sometiendo había tenido sus frutos. Una sensación de terror al recordar mi vida pasada me recorrió de arriba abajo.
Con cuidado, me intenté sentar en el suelo, y me sorprendí haciéndolo como un perro de forma automática. Ahora, con todas esas ataduras, era una postura más que cómoda. No lograba ver nada extraño en esa zona, incluso me alivié al ver que ya no llevaba puesto el aparato de plástico, que tanto daño me había producido en mi cautiverio. Mientras seguía concentrado en observar aquella zona de mi cuerpo que ya tampoco me pertenecía, la única puerta de la habitación se abrió de golpe, y una mujer desconocida apareció en el umbral.
Era la primera vez que la veía. Supongo que por ello me permití levantar la vista y mirarla a la cara, sin tener en cuenta el castigo que vendría después. Se trataba de una chica pelirroja, de unos 25 años y de tez pálida, algunas pecas moteaban su cara. Era de estatura mediana y de complexión fuerte, la cual suplía con unos más que abundantes pechos. Llevaba un vestidito blanco corto y debajo unas calzas negras que desde por encima de la rodilla acababan en unas bailarinas con un lacito negro. Con los brazos cruzados sobre su pecho, una cadena de perro le colgaba hasta el suelo. Una sonrisa cruzaba su rostro de oreja a oreja. Comenzó a hablar.
– Así que ya te has despertado, ¿eh? – Dijo moviéndose y desenganchando una fusta de la pared, la cual no había visto anteriormente. – Es hora de las presentaciones. – Dijo observando mi mirada turbada mientras poco a poco la dirigía hacia el suelo.
– Soy Lucía, tu nueva entrenadora. Ya te habrás dado cuenta de que has salido de la academia antes de tiempo, ahora estás en casa otra vez. Como te habrá comentado tu ama, compartimos la casa y ha creído necesario que yo termine tu doma. Así todo queda en casa… – dijo abriendo las piernas y blandiendo la fusta en el aire. – Empezaremos por enseñarte donde vivirás a partir de ahora, será mejor que te acostumbres rápido a obedecernos.
De pronto y con un movimiento rápido, Lucía dio un paso y me fustigo la espalda. Fue un golpe duro y seco, notaba como realmente sabía utilizar la fusta y sentí una quemazón que me hizo gruñir.
– No creas que se me ha olvidado tu desdén inicial…me has mirado descaradamente y no me has saludado como debieras… ¿a qué esperas LAMEDOR? – dijo adelantando un pie hacia mí.
Dolorido, avancé un poco e incliné la cabeza hasta besar los pies de Lucía que me miraba sonriente desde arriba. Con un movimiento sencillo, se agachó y me colocó la cadena. Con movimientos rítmicos y bien estudiados me condujo por unos pasillos hasta que tomamos algo parecido a un montacargas. En la planta superior reconocí el salón de la casa de Clara.
– Si te estás preguntando dónde está tu ama, deberías saber que por la mañana se encuentra fuera por motivos de trabajo…pero no estés triste porque volverá pronto. Por ahora yo trabajo pocas horas por la tarde así que tendré toda la mañana para convertirte en nuestra mascota preferida. Pero primero te enseñaré tus dominios.
Tirando de la cadena, abrió la puerta principal y me dejé llevar. No pude dejar de sorprenderme sobre mi comportamiento al cruzar el umbral. ¡Estaba saliendo al patio exterior en plena luz del día, totalmente desnudo (excepto por mi atuendo de perro) y dominado por una mujer desde su correa! Aunque me acordaba de los aceptables muros de chalet, no podía dejar de pensar que otra persona abriera la puerta principal o que una mirada curiosa de un vecino nos descubriera. Al mismo tiempo, cierta sensación de excitación me invadió. Pero me sentía extraño, aunque estaba excitado, mi pene no daba señal alguna y el malestar de la entrepierna hizo su aparición. Aunque era un dolor leve, no pude evitar parar un momento, sintiendo así el tirón de la cadena de Lucía que me miraba divertida.
– ¡Ah, así que ya te has dado cuenta! Clara se ocupó de tu cosita antes de que salieras de la academia… – un escalofrío de terror me recorrió – Verás, no podíamos tenerte por aquí siempre con tu cosita hinchada. Los perros en celo dan muchos problemas, mi último perro se escapó un día por esa causa y no volví a verlo más. Fui yo justamente la que recomendé a Clara que te capara para que no pudieras tener erecciones. Así, se acabó el problema y serás un buen perrito, ¿verdad? -dijo Lucía dándome unas palmadas en la cabeza.
Ahora me encajaba todo. Por eso me había mantenido tanto tiempo encerrado en aquel aparato de castidad para después masturbarme. ¡Y yo que creía que había sido por compasión para aliviarme! Ya no podría correrme nunca más…al menos en la manera tradicional. No podía creer que ya no podría tener más erecciones, realmente ya no tenía escapatoria.
Cuando Lucía llegó a la caseta de perro vi como se agachaba y sacaba dos bols vacíos del interior y los colocaba en la entrada. Dentro había una especie de manta doblada en el suelo y una especia de pelotita de color rosa.
– Aquí será donde vivirás a partir de ahora, LAMEDOR. No te podrás quejar, ¿eh? Has tenido mucha suerte de encontrar a dos amas tan simpáticas y dulces como nosotras, ¿quién sabe cómo podría haberte tratado otra mujer? Ahora, métete dentro, que quiero verte…date la vuelta.
Sin poder casi creérmelo, me di la vuelta y me metí en su interior. Tumbado tal y como me habían enseñado, la caseta como anillo al dedo, quizás era un poco estrecha en cuanto a los laterales ya que no me permitía tumbar de otra forma. El techo era bajo y no me permitía incorporarme en su interior.
Un aspecto del que me había percatado era de mi profunda sumisión ante cualquier orden que recibía de una mujer. Estaba seguro que durante las clases de Ultrafeminismo, había sufrido un lavado de cerebro y que día tras día me habían inculcado la superioridad femenina para que reaccionara rápidamente ante cualquier orden de dichos seres superiores. En la celda, a veces, me decía a mi mismo que realmente eran superiores, que eran los verdaderos humanos. Los hombres habíamos quedado como un fósil de la evolución y ahora la única alternativa que teníamos era obedecer y aprender a ser buenos animales para complacer a nuestras superiores intelectuales. Sin embargo, un leve resquicio de dignidad me impedía a veces cumplir las órdenes al instante y me hacía avergonzarme ante actos que antes me eran impensables. Cortante, la voz de clara me sacó de mis pensamientos:
– ¡Oh, qué guapo! ¿Te gusta tu casita, perrito? – dijo Lucía asomándose por el umbral de la casita de perro. – Ya puedes empezar a acostumbrarte a dormir aquí. De día podrás pasear por el jardín o dentro de casa si estamos nosotras pero por la noche tendré que atarte siempre y dormirás aquí. ¿Serás un buen perrito guardián, LAMEDOR?
Un ladrido fuerte se dejó escapar involuntariamente de mi garganta, el lavado de cerebro había tenido efecto, humillándome aún más.
A continuación, Lucía tiro de mi cadena y me introdujo en la casa de nuevo. Ya en el salón encendió la tele y se dirigió un momento a la cocina, trayendo una lata de refresco y un platillo con patatas, los cuales puso encima de la mesa. Sin saber muy bien qué hacer, me senté sobre el piso, junto a sus pies.
– Mira, te dejaré las cosas claras. Los primeros días puede que te hagamos más caso y estemos encima de ti. Pero tendrás que portarte bien siempre porque te castigaremos siempre que cometas un error y nos desobedezcas.
– Un aspecto en el que no ha dado tiempo de entrenarte en la academia ha sido el sexual.
Aunque hayas perdido la acción en tu miembro… – dijo Lucía acercando su bailarina a mi entrepierna y dando pequeños golpecitos a mis testículos – todavía puedes hacer honor a tu nombre. Sé que los hombres no tenéis ni idea de complacer a una mujer, pero para eso estamos nosotras, para educaros y domaros. Obedécenos siempre y no tendrás problemas…
Esto es todo por hoy.
Esperamos que os haya gustado.
No olvidéis comentar y compartir esta entrada en vuestras redes sociales. Es un minuto y ayuda inmensamente a la web.
No Comments