A medio día se alista para buscar a la pastelera, después de todo era la más cercana y tenía un lugar prácticamente fijo, irían a ver una película o tomar un café en el centro comercial, después de todo necesitaba salir un rato, se puso una camisa negra con líneas verticales en tonalidades grisáceas, un pantalón negro de mezclilla, zapatos negros, cinturón con hebilla sencilla, una gorra azul marino sin logotipos ni decoración alguna, baja con rapidez las escaleras, justo al abrir la puerta se encuentra con la pastelera, ella viste un vestido corto de color amarillo, en efecto sus piernas eran delgadas.
-Buen día Señor, venía a invitarlo para salir.- La sonrisa de Diana le decía que había olvidado lo pasado y le perdonaba cualquier acto cometido.
-Buen día, estaba pensando en lo mismo, quiero ir al cine que está aquí cerca.- Ambos intercambiaron risas mientras hablaban sobre sus pasados, nada en particular de ella, siempre estuvo trabajando en la pastelería, ningún novio, sus padres aceptaron la idea de que saliera con él, antes de que ellos mismos le hubiesen rentado la casa le hicieron preguntas durante más de tres horas para conocerlo un poco más a fondo, después de todo no cualquier desconocido podía vivir tan cerca de su adorable e inocente hija, el cine no fue la gran cosa, una película de acción, muerte, sangre, incendios, bombas, el bueno, el malo, la damisela en peligro, nada que no se haya visto en otra película de acción, de regreso el viento levantaba discretamente los ánimos en la caminata por el parque, antes de salir un paso mal dado en el último escalón del parque hace que ella se lastime.
-¿Estás bien?- Él pregunta por mera cortesía, el día ha sido aburrido y sólo desea ir a descansar.
-No, me duele mucho.- Su mirada muestra dolor, soba suavemente su tobillo con una mueca de dolor.
-¿Podrías cargarme hasta la pastelería? Ya no está lejos.- Su voz infantil, el mechón de cabello sobre su rostro, sus brazos pidiendo ayuda, su frágil figura, algún factor hizo que cediera ante su petición, la tomó con un poco de esfuerzo, aunque tuviera una figura que dictara poco peso, lo cierto es que su peso aumentaba a cada paso que diese, un hormigueo se sentía en sus brazos cuando dejó a su compañera sobre su cama, abrir la puerta había sido una proeza por los brazos que intentaban estrangularlo, ella rebotó en la cama con un movimiento que debía haberle lastimado su tobillo, él no lo había notado pues el golpe que se dio contra el suelo le dejó un poco atarantado, descansó lo suficiente para darle tiempo de tomar los libros que había sobre la mesa de noche y dejarle leer lo que parecía ser una bendición hasta hace unas horas.
-Mi Señor…- La voz de Diana se escuchaba extraña, suave, cálida y susurrante, Vicente hizo un esfuerzo sobre humano para contemplar a una joven abierta de par en par ofreciendo una tanga blanca.
-Mi Señor… ha sido muy amable… venga a descansar…- Sus manos recorrían las piernas que separaba todo lo que podía, aún en la distancia se podía ver la humedad del asunto, él por su parte tenía en mente lo que había leído durante aquellos días. Se alejó, tomó una silla de su cercanía, la colocó frente a la cama y él sobre la silla.
-Siéntate sobre tus piernas.- Su voz se tornó rígida, dura y un tanto más fría. Ella lo hizo sin pensarlo dos veces.
-Quítate el vestido.- Sus manos estaban un poco temerosas pero lo hizo sin tener que levantarse mostrando el conjunto superior.
-Muéstrame tu espalda.- Sin haber hablado ella se giró desacomodando las sábanas. Por su parte, él se levantó, se quitó el cinturón, calculó la distancia y sin previo aviso lanzó en su espalda el golpe aciago que le hizo gritar como cerdo.
-¡ES UN DESGRACIADO!- Ella se había girado molesta y con lágrimas en los ojos, tomó el vestido que había caído al suelo y se alejó mientras se lo colocaba, el portazo ahora había sido tal que sintió el temblar de la habitación.
Soledad… las horas pasaban como fúnebres carretas que presagiaban tiempos oscuros y fríos, ¿Se propasó? Ella se había mostrado tan sumisa, sólo había demostrado lo que sentía, había hecho lo que su corazón le dictó, no había cometido un pecado, sin embargo ella al parecer lo había comprendido mal o había creído que sólo se la follaría, algo pasó que él no comprendía del todo, ¿Acaso no era eso parte del BDSM? ¿Acaso ella no se había mostrado tan sumisa después de leer ésos textos? Ya nada tenía sentido, visitaría al viejo de los libros, él debía saber dónde estuvo la falla, por ahora se recostaría sobre el dulce hedor del vientre húmedo de la joven que momentos antes se había extasiado en un instante de lectura.
Esto es todo por hoy.
Esperamos que os haya gustado.
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