La mañana comenzó como cualquier otra, a las doce, lenta y aburrida, sus brazos aún le dolían, sus hombros y su espalda pesaban más que cuando acarreaba los bultos del granero hacia la cocina de la casa de sus tíos; salió de la casa, llegó a la biblioteca sólo para encontrarla cerrada, preguntó al dueño de la librería de a lado y le respondió que debía de estar confundido ya que ésa librería tenía dos semanas en que no la habían abierto y era un joven el que la atendía, no un anciano.
¿Qué más podía hacer? Regresó a su casa después de pasar por algo de comida para la siguiente semana, no se encontró con la pastelera, suponía que no la vería en un tiempo por lo que había ocurrido; se introdujo en sus lecturas, ésta vez estaría más tiempo, estudiaría cada aspecto, estudiaré el arte de la seducción, hasta no haber aprendido lo necesario no saldría de aquella habitación, hasta no comprender en qué había fallado no buscaría otro consuelo más que su propia mano.
Esto es todo por hoy.
Esperamos que os haya gustado.
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