Título: Lágrimas de Impotencia
Espero con nerviosismo la llegada de mi Amo. Nuestro amigo de toda la vida, David, siguió las órdenes establecidas de mi Amo y señor Rafael. Lavó mi pelo, aseó mi cuerpo con agua y jabón de coco. Secó los cabellos con el secador y los peinó con las yemas de sus dedos. Para concluir, me perfumó con una fragancia parisina y me llevó a mi habitación.
Los dispersos candelabros y velas rojas ofrecían una iluminación tenue a la estancia, en un extremo de la sala se sitúa un sofá chester de piel de vacuno rojo cuidadosamente acolchado. A la izquierda, pegada a la pared, se extiende una estrecha pero larga mesa que albergaba los instrumentos que harían realidad mis más oscuros y ansiados deseos. Una alfombra redonda cubre parcialmente el suelo oscuro de la habitación.
En la pared del fondo, se sitúa nuestra cama matrimonial con dosel de madera oscura y visillos blancos recogidos a cada lado. La cama esta vestida con sábanas de satén rojo que ocultan las almohadas individuales.
-Espera aquí. Me dijo.
David se acercó a la mesa y trajo consigo una serie de tiras de cuero negro con hebillas. Se arrodilló ante mi cuerpo desnudo y me las colocó en los tobillos y en las muñecas.
-Esta será tu única vestimenta hoy. Cuando llegué tu Amo te usará a su antojo y te colocará su collar. Tu vida le pertenece ahora.
Me situé frente a la puerta de entrada de nuestro hogar, me arrodillé manteniendo la espalda recta, y con la cabeza baja abrí mis piernas mostrando mi sexo. Para finalizar coloqué mis manos a modo que estas descansaran sobre mis muslos, mostrando las palmas. Con esta postura le ofrecía mi sumisión, mi desnudez y la accesibilidad para mi uso.
Rafael hizo acto de presencia minutos después. Encontró a su sumisa preparada y deseosa.
Besé la mano de mi Amo.
-Acompáñame.
Caminé tras mi Amo mientras Él observaba el contoneo de su sumisa. Le gustaba que me moviese a gatas.
Me indico que le esperase fuera de la habitación mientras Él preparaba la sesión junto a David. Esperé de rodillas junto a la puerta, mientras que mis pezones estaban erguidos y duros por el frio, mi sexo me proporcionaba calor. Sólo mi Amo me hacia humedecerme así.
David salió de la habitación y me miró.
-En cuanto tu Amo se sitúe ante ti, guardarás silencio y tu mirada permanecerá baja. Esta noche tienes prohibido mirarle.
Asentí con temor.
David me agarró del pelo y me obligó a caminar hacia la habitación. Se detuvo frente al Chester de vacuno rojo donde me esperaba mi Amo y señor Rafael.
-Voy a colocarte el collar gatita.
Daniel depositó mis cabellos sobre uno de mis hombros, descubriendo mi cuello, para que no le molestasen a mi Amo para cerrar el collar. El collar elegido por mi Amo era sencillo, de cuero negro, con una pequeña argolla color plata en su parte central.
La felicidad que me provocaba el compromiso que estábamos adquiriendo juntos al otorgarme el collar era máxima, por fin era suya. Cuando el collar fue cerrado, el semblante de mi Amo cambió, se volvió serio. Le dedicó una mirada a su amigo.
-Procede. Se limitó a decir.
Daniel me agarró con rapidez de los pelos y tiró con fuerza, conduciéndome a los pies de la cama de mi habitación.
-Ponte en pie, abre bien las piernas y extiende los brazos. Quiero que cada uno de tus dedos toquen la madera de los postes.
Me coloqué de la forma indicada y un fugaz latigazo golpeó mi espalda, el dolor era intenso. Era la primera vez que usaban el látigo conmigo. Le siguió un segundo latigazo que me hizo temblar y cerrar las piernas. Quise gritar pero sabía que no debía hacerlo. Un sexto latigazo hizo brotar de mis ojos unas lágrimas de impotencia sumidas en el más absoluto silencio de mis labios.
No recuerdo con exactitud cuántos latigazos me proporcionaron aquella tarde sólo recuerdo que quise acabar con todo, ponerle fin a ese sufrimiento, chillar la palabra de seguridad, abandonar la habitación pero eso significaría mi final y la deshonra de mi Amo.
Cuando Daniel ceso la acción de golpearme caí sobre la cama sin fuerzas, con la espalda ensangrentada.
Rafael se acercó a la cama donde me había desvanecido. Se acercó a mi oído y me susurró con voz dulce “Hazme sentir orgulloso”.
Rafael deshizo el nudo de la corbata azabache que llevaba y privó la visión de la muchacha sumisa con esta. Eso la puso más nerviosa.
-Pase lo que pase estaré aquí mi gatita.
Selene sintió como incorporaban su cuerpo y la colocaban boca arriba a merced de sus miradas. Abrieron las esposas y tobilleras de cuero anteriormente colocadas y las deslizaron tras los finos postes de madera de la cama. Agarraron con brutalidad las extremidades de la muchacha y la volvieron a inmovilizar.
Uno de los dos varones comenzó a besarme, el otro abandonó la cama. Pude oír el débil sonido de algo que fue cogido de la mesa de las perversiones. Me retorcí de dolor al sentir el dolor sobre uno de mis pechos.
-Tolera el dolor y todo abra acabado.
-No puedo hacerlo mi señor.
-Si no lo toleras, esta será tu última sesión, puedes quedarte con el collar de recuerdo. Además ¿Quién te ha dado permiso para hablar?
Amordazaron mi boca mientras forcejeaba inútilmente contra ellos pues los instrumentos de cuero que me retenían contra la cama me lo impidieron.
Uno de los dos jugó con las pinzas, levantándolas, apretándolas, haciéndolas tirar de mi pequeño y corto pezón. Con cada movimiento que me proporcionaba los dientes de la pinza se apretaban más…
-Mira como se calienta la zorra, con qué rapidez y facilidad. Era la voz de David.
Movió los dedos y jugó con mi clítoris. Era odioso que me masturbase otro hombre que no fuese mi Amo y ante mi Amo.
-Quitadme las pinzas por favor, no puedo tolerarlas por mucho más tiempo. Supliqué a los Dominantes que me acompañaban.
Daniel golpeó con sus manos cada una de las pinzas metálicas que apretaban mi pezón haciendo que estas saltasen, esto me provoco un dolor insoportable. La mordaza ocultó mi palabra malsonante dirigida a su persona.
Intente relajarme mientras mis pezones y espalda me dolían. No sabía que podía esperar de estos dos dominantes que me acompañaban en la sala.
A continuación escuche un pequeño chasquido y un calor abrasador inundo mi pecho, recorriendo todo mi esternón y desembocando en mi sexo. Paso enseguida.
Daniel y Rafael continuaron echando gotitas de cera sobre mi anatomía desnuda mientras yo solo podía retorcerme de placer. Dibujaron las más sucias palabras sobre mi torso. Yo no merecía calificativos tan soeces.
Cuando la cera enfrío, la fueron retirando con un pequeño objeto afilado, supuse que sería el viejo abrecartas del escritorio. Agradecí que no me quitaran los restos de velas a latigazos.
Un cubito de hielo recorrió mi cuello. El contraste de temperatura le provoco un pequeño sobresalto.
-¿Te gusta?
Colocó el hielo en mi canalillo y me permitió deshacerme de la mordaza de bola que me impedía hablar bien.
-Sí, mi señor, me gusta.
Busco los labios de la joven mientras recorría su cuerpo con el hielo. Con sus dedos fríos comprobó la humedad de su sumisa. Estaba muy excitada tras su beso.
-Me encanta cómo reacciona tu cuerpo, tu piel se eriza, tu respiración se acelera…Eres perfecta para tu papel gatita.
-Mi señor… Susurre.
-¿Qué te aflige?
-Señor Herrera perdóneme por no haber sido capaz de tolerar el dolor de esta sesión. No merezco llevar vuestro collar de pertenencia.
-La prueba que necesito para que merezcas mi collar no es tolerar o aguantar el dolor sino el amor que demuestras hacia tu Amo, que has demostrado estos meses durante la Doma. Me enorgullece tenerte a mi servicio. Me relataba mi Amo mientras me liberaba las muñecas y su amigo me liberaba los pies. Cuando finalizo, Daniel abandonó la habitación.
Me acurruque junto al cuerpo de mi Amo, esperando a que continuase la sesión pero Él acarició mi rostro y buscó mi boca. Finalmente nos dejamos guiar por una pasión como nunca la habíamos sentido.
Esto es todo por hoy.
Esperamos que os haya gustado.
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