BDSM Relatos

IV Certamen Literario LoQueNoSabeGrey: Relato Ganador

Título: cesión o sesión, ésa es la cuestión
Seudónimo: Lady Katherine DQ

Me despierta de mi letargado sueño mi canción favorita, es la alarma del reloj, hoy es jueves, 7:25 de la mañana, lo que parecía otra mañana  más en mi rutina, estaba a punto de descubrir que no lo era.

Escucho la vibración de mi teléfono móvil, era la notificación de mi correo electrónico. Era un  mensaje de mi Amo y Señor. Me apresuro a leerlo.

Mi querida Esme, mañana a partir de las siete de la tarde, tu Amo te tiene preparada una sorpresa. En este correo que te escribo te deposito las instrucciones que debes seguir y del mismo modo, recordarte como debes comportarte y prepararte para dicha ocasión. Pasaré a recogerte a las seis y veinte de la tarde (naturalmente mañana no almorzaremos juntos) y desde hoy no podrás volver a ponerte en contacto conmigo así que espero que queden claras mis instrucciones. Quiero que lleves para nuestro encuentro el bolso rojo que te regalo mi hermana la navidad pasada y metas en él, mi tanga favorito, unas medias negras y el corsé de las grandes ocasiones, nada más. Como de costumbre, espero que te comportes de la mejor manera a tu alcance, siendo una buena sumisa a mi servicio. No me retes (aunque te cueste), ya que de lo contrario te lo haré pasar mal. La vestimenta exterior que lucirás para mí en esta nueva ocasión, quiero que sea ese sexy vestido corto, color granate de encaje que favorece tus curvas y saca lo peor de mí. Añádele, el conjunto de lencería negro de satén y encaje de los ligueros que te compraste para nuestro aniversario. Como calzado, tus tacones de aguja de charol y una gabardina que ya refresca.

Atentamente, Stefan.

Después de leer y releer el correo una y otra vez no saque nada en claro de lo que me podía acontecer mañana. ¿Cómo y que podría ser la sorpresa que me tenía preparada mi Amo?. Confiaba en Él pero no del todo en sus misteriosas y perversas sorpresas.

Decidí calmar mis pensamientos pues hasta mañana mi nerviosismo y ansiedad no serían sofocados.

El día en cuestión…

Regreso del trabajo lo más pronto posible y me visto acorde a las ordenes dadas por mi Amo, me coloque con cuidado las medias y liguero, tanga de encaje negro formando las transparencias, el vello púbico rasurado, sin sujetador pues el vestido estropearía su belleza de la espalda descubierta en v, un poco de carmín en los labios, un toque de rímel, unas gotas de perfume, espuma en el pelo y a triunfar.

Stefan debe encontrarme lo más bella y sexy que este a mi alcance.

A las siete de la tarde, puntual, Stefan apareció. Atractivo y seductor, con su cabello negro engominado, chaqueta de cuero, la barba rasurada y con olor a colonia o a after shave, camisa negra, pantalón de vinilo tipo rockero, semblante serio y una mirada que trasmitía auto-control y fuerza pero yo sabía que acabaría cayendo ante su vestido favorito.

-¿Todo bien señor?

-¡Si perrita, todo va bien! Y me beso dulcemente en la frente.

-Sube al coche.

Me subí al deportivo en el cual habíamos jugado y pecado un par de veces, intente calmar mi nerviosismo realizando patéticos ejercicios de relajación mental y respiratorios, mi señor me miraba de reojo y sonreía, se lo debía de estar pasando pipa con mi rostro de nerviosismo y temor. No sé cuanto tiempo duró el recorrido hasta que el vehículo se detuvo.

-Baja del coche y recoge al invitado, se llama Lord Harold, te estará esperando en los sillones de la recepción de este hotel. No olvides saludarlo educadamente. Cuando estés con él, lee el contenido de este sobre. Yo mientras iré a aparcar el coche. Te quiero Esmeralda, pase lo que pase no lo olvides. Buena suerte pequeña.

Eran unas pequeñas escaleras las que debía subir, atravesar la puerta y encontrarme con el Amo desconocido. Tenía mucho miedo pero se que mi Amo velaría por mi.

Comencé a caminar mientras pensaba en prados verdes, pajaritos cantando y el siseo de un látigo corto la imagen relajante en dos. Abro la puerta y titubeo en el umbral, la luz es tenue, miro a mi alrededor y busco los sillones de la recepción. Pasé segura por el mostrador de la recepción (o eso intente trasmitir), me senté en el Chesterfield de cuero marrón, junto a un hombre, cuarentón largo, canoso, que vestía de negro que leía un libro Adulterio de Paulo Coelho.

-¿Lord Harold?

-Sí señorita.

-Soy Esmeralda, me manda mi Señor Stefan con una carta que debemos compartir.

-Comienza a leer sumisa.

-“Señor debe desprenderme de mi tanga y guardárselo como trofeo y recuerdo de esta noche, (debe realizarse la orden, antes de seguir leyendo), a continuación cogeremos el ascensor y subiremos a la habitación 411 donde allí nos aguarda mi Amo y Señor Stefan. En el ascensor, deberá colocarme el regalo que me ha traído y acariciara mi sexo durante unos minutos, comprobando si estoy lista para el juego. En el caso de no estar lista, se me proporcionaran unos azotes antes de efectuar la entrada a la habitación, asegurando así mi humedad para el disfrute de mis señores esta noche.

-Me parece correcto.

El desconocido se incorporó del sofá y me tendió su mano.

-Ven, Stefan nos espera.

Le concedí mi mano a Lord Harold con timidez y temor y comenzamos a caminar hacia el temido ascensor.

Esperaba su llegada una mujer bajita, canosa y con un gran abrigo de visón que nos daba la espalda mientras sostenía de su mano un pequeño infante. Supuse que sería su nieto.

-Señor Harold, sería conveniente esperar al siguiente.

-Si tardamos más de lo acordado, Stefan se pondrá celoso, ya que al pasar más tiempo del esperado conmigo significará que lo estas pasando bien y no tienes prisa por subir a la habitación. Tu decides perrita.

Oigo la campanita, el ascensor estaba allí.

-Entremos.

-Sígueme. Harold me agarro la mano y tiró de mi, esquivando por milímetros a la anciana y ocupo la esquina.

-Gírate y tápame. Cuando la anciana y el niño se vayan, pulsa el Stop.

-Sí señor.

-Le di la espalda a Lord Harold y observe la situación. Como agradecí al cielo que los otros viajeros del ascensor estuviesen mirando a la puerta de salida, sin prestarnos atención alguna.

Sentí unas manos gruesas pero cálidas que subían por mis muslos traseros buscando mi sexo. Aparto mis cabellos y mordió el lóbulo de mi oreja.

-Ssshh, no gimas que hay menores presentes. Me susurraba mientras hacía círculos alrededor de mi clítoris.

Mordí mis labios ocultando mi placer, debía guardar mi placer y gemidos para mi Amo Stefan.

Inclínate un poco hacia delante como si estuvieras buscando algo en tu bolso y abre las piernas.

Busque mi móvil en  el bolso mientras sentía como hurgaban en mi trasero y seguían incesantemente jugando con mi clítoris.

Tenía un mensaje de texto.

-¿Cómo vas?

-Cumpliendo las ordenes con público y menores, esta te la guardo Stefan.

-Jajaja relájate y disfruta.

Las puertas del ascensor se abren y la anciana y su nieto salen de él.

-Pulsa Stop cuando las puertas se cierren.

-Sí señor.

Pulse el temido Stop. Y aquí estaba yo con un desconocido, encerrada en un habitáculo de metal.

-¡Ven!

Me acerque al señor Harold y él me agarro la muñeca y me empuja violentamente contra la pared de metal (casi me parte la cabeza en dos el borrico). Soba mis pechos a través del encaje granate y acerca su erección a mi culo, besa lentamente los recovecos de mi espalda mientras mis vellos se erizan y aprieta nuevamente sobre mi, sintiendo como su erección se endurece.

Abre mis piernas y juguetea una vez más con sus dedos, recoge un poco y me la acerca a la comisura de los labios.

-Limpia mis dedos, ya estás lista para encontrarte con tu Amo.

Limpio sus dedos con mi mano y corro hacia los botones, pulso el Stop y las puertas se abren poco a poco.

-Así no es como tenías que limpiarlo.

-En la carta de mi Amo no decía nada de improvisar.

-Ponte la gabardina.

-¡¿Qué cojones me has metido?!

-Jajajaja ya lo verás

Deambulamos por el pasillo de la quinta planta del hotel en busca de la habitación indicada por la carta.

-Esta es la habitación.

Llamé con los nudillos.

-Tengo yo la llave.

 Lord Harold sacó de su bolsillo una tarjeta magnética con el logotipo del hotel.

Al abrir la puerta, Lord Harold me hizo esperar junto a ella, él entró a la habitación y se acercó a Stefan.

Hablaron entre ellos unos instantes y le entregó el tanga.

Stefan me hizo un gesto y entre a la habitación, era pequeña, con un par de sillones al fondo, una tenue luz de un candelabro que cubría la estancia, la cama matrimonial y una pequeña mesa de centro.

Stefan estrechó la mano del invitado y le invitó a sentarse con un gesto, en uno de los dos señoriales sillones de terciopelo y madera trabajada, oscura y rústica de la sala. Stefan se sentó junto al invitado cómodamente. Yo fui a guardar la prenda de abrigo del invitado, junto con el mío, en el armario, tal y como se me ordenó.

Cuando regresé, ellos habían iniciado una conversación, espere arrodillada ante los señores, esperando cualquier otra orden, quieta, expectante y comida por los nervios.

Al poco tiempo, se me ordenó quitarme la ropa y colocarme el contenido de mi bolso. Ya solo vestía una encorsetada prenda que dejaba ver mis hombros e intuir mis pechos, unas medias y unos zapatos de tacón. El tanga había desaparecido casi con el saludo del extraño. Conversaban mientras yo permanecía casi inmóvil. Me sentía observada, estudiada y humillada ante ellos mientras hablaban de una cesión, de mi primera ce­sión como sumisa para otro Amo. Estaba obligada a mantenerme callada con la mirada en el suelo, sin moverme y soportando la tortura del objeto introducido en el ascensor.

La siguiente orden fue preparar dos copas de vino, una para el invitado y otra para mi Amo. Obedecí, pero no pronuncié las palabras mágicas “Sí, mi Señor” y, cuando regresé con las copas, vi sus caras transformadas en enfado, pero no hicieron nada. Amo Stefan me ordenó con voz firme, colocarme delante de ellos arrodillada con las piernas entreabiertas mostrándoles mi sexo rasurado y húmedo.

Sabía que mi acción anterior tendría consecuencias, como así fue… Stefan dio un sorbo a su copa, la saboreó, miró al invitado y se levantó dirigiéndose hacia mí. Me cogió del pelo y tiro de este, haciéndome arquear el cuerpo. Me habló con voz firme:

-Recuerda quién soy, sumisa, y cómo debes contestar a todas mis órdenes, (tiró con más fuerza)¿entendido?. Repitió propinándome otro tirón.

-Sí, sí, mi Señor, entendido, lo siento. Le contesté.

Entonces bajó de forma brusca la parte superior del corsé y sin miramiento alguno pellizcó mis pezones y colocó dos pinzas metálicas que los mordieron con fuerza.

-Bien… – Pronunció. Lord Harold, ya puedes colocarle el collar a esta perra.

El Amo desconocido sujetaba mi collar de cuero negro con su brillante argolla unido a esta la cadena que cada semana me hacían abrillantar.

Permanecí en espera, arrodillada, taponada y pinzada durante más tiempo del que pensé que podía soportar, mientras ellos observaban, hablaban, degustaban el vino y se excitaban disimuladamente al contemplarme.

-Ven sumisa y arrodíllate ante mí. Ordenó Stefan.

Se bajó los pantalones marca-paquetes de vinilo y me atraganto con su miembro ya caliente y erecto.

-Acaríciala con tu lengua, acaricia lento y lame, pero no chupes ni te la introduzcas en tu boca, o serás castigada. Me advirtió mientras me la sacaba y volvía a respirar.

Cuando Stefan tuvo suficiente, me acabó de desnudar y me hizo acercar al invita­do cual animal domestico.

El nuevo Amo volvió a recordarme que lamiese y acariciase, que no mirase a los ojos y que me portase bien. Lord Harold, se deshizo de sus pantalones y me mostró su miembro deseoso de disfrutar de mí.

Lord Harold tuvo un gran orgasmo, sentí su semen salir con fuerza, llenándome el rostro y cubriéndome toda la boca. Me quedé acariciándole con mi lengua e intentando, muy sutilmente, dejarle su corrida encima de su propio cuerpo, para dirigirme a mi Amo lo más hermosa posible. Me limpié los restos con mi muñeca disimuladamente y la escondí rápidamente. Me acerqué como gata en celo al sexo de mi Amo que me esperaba impa­cientemente.

A mi señor Stefan, además de correrse en mi boca, le pude regalar el placer de tragarme su néctar, tal y como me ordenó que hiciese. No es algo que me resulte sencillo hacer, pero era de él y… “tragué”.

El acarició mi mejilla.

-Buena chica.

(Yo solo deseaba vomitar)

Stefan me permitió ir al baño a recomponerme un poco de la situación. Cuando regresé, ambos estaban de pie esperándome, Lord Harold me hizo tumbar en la cama y Stefan me ordenó acercarle mis manos, las cuales inmovilizo con rapidez con unas esposas, que unió a los diversos postes del dosel. Una vez atada, Mi Señor me dijo:

-Te prohíbo que te corras con Lord Harold, ni ahora ni en ningún momento, te haga lo que te haga”. Dicho esto se retiró a darse una ducha y me quedé a solas con el otro Amo.

Me abrió las piernas y empezó a degustar el jugo, que del placer de saborear aquellos dos preciados miembros, había hecho salir al exterior momentos antes. Tiraba de las esposas intentando liberarme pues era tarea inútil.

Cuando Stefan apareció de nuevo, estaba cubierto por una toalla, con los cabellos húmedos.

-Ya es suficiente.

Lord Harold dejó de darme placer con su lengua y dedos, placer que en más de un momento, de no haber sido porque me resistía y movía para intentar no recibirlo, me habría hecho desobedecer a los de­seos de nulidad de mi Señor Stefan.

-Esme, ahora, a partir de este momento, Lord Harold es tu Amo, debes contestar a todas sus órdenes con un “Sí, Amo”, recuérdalo.

Luego se dirigió a Lord Harold.

-Este es mi regalo de cumpleaños para ti, haz lo que quieras. Le hizo el gesto de ofrecimiento con la mano y se retiró para observar la escena desde el sillón.

Esas palabras me causaron gran temor, ¿haz lo que quieras? ¿pero de que iba Stefan?, me sentía indefensa en manos de un desconocido. Sentía miedo porque no sabía que daño me podría hacer, ni si tenía claro lo que significaba tener en sus manos a una sumisa o si acaso tenia algún conocimiento del mundillo bedesemero.

Lord Harold, (ya tratado como Amo) , me ató de pies y manos a la mesa baja, de madera robusta, antigua y oscura, que había delante de los silloncitos.

Me colocaron boca abajo, con las piernas abiertas mostrando mi sexo húmedo, hin­chado y abierto, los tobillos atados a las patas de la mesa, al igual que mis manos, atadas a las otras dos patas restantes, quedando estas por encima de mi cabeza. Me tranquilicé cuando mi Amo se sentó cerca, en aquel sillón, supe que no me iba a dejar sola pero como un mero espectador se dispuso a disfrutar de aquel momento…

Una posición de entrega forzosa, incómoda y humillante, me sentía como cuando se presenta en la mesa de Navidad, un pavo relleno dispuesto para ser devorado por los comensales hambrientos que rodean la mesa.

Acto seguido, mientras los fustazos y cachetes esporádicos teñían mis nalgas de rojo, el gemir del invitado al penetrarme sobre esa mesucha y mis gritos inundaban la habitación, Stefan me cogió fuertemente el cuello y sometió mi boca con más brutalidad haciéndome callar con su miembro a modo de mordaza. Ambos estaban poseídos por la fuerza animal que caracteriza a los hombres en la cama.

Cambiaron de posición y siguieron entrando y saliendo de mi cuerpo, haciéndome sen­tir una muñeca a la cual podían hacer adoptar cualquier posición, a la cual podían hacer aquello que se les antojase.

Lord Harold volvió a ponerse delante de mí y me obligó a comérsela de nuevo, aprovechando los empujes sin medida de su amigo Stefan.

-¡¡Come, así no podrás gritar más!! – Ordenó. -Come y danos placer, que para eso sirves ahora, para esto me sirves y para eso quiero utilizarte…

Los movimientos se aceleraban y el miembro viril me producía arcadas e in­cluso saltó alguna lágrima. Miraba a mi Amo, como súplica, pero su mirada de respuesta solo decía:

-Disfruta y hazme sentir orgulloso.

Colocaron nuevas pinzas que mordieron y apretaron los labios de mi sexo excitado.

Grité pero no les pareció importarles.

Eran cuatro pinzas unidas todas ellas por una larga y pesada cadena de la cual tiraba cada vez que lo veían necesario.

Acercaron el candelabro a la mesa donde me tenían retenida y comenzaron a gotear la  cera sobre mi pecho, sexo y muslos a su antojo, mientras mi cara mostraba gestos de dolor y mis labios permanecían mordidos para evitar mis gritos.

Introducían incesantemente sus dedos con fuerza en mí una y otra vez y luego los lamían para saborearme, eso me avergonzaba…Miraba a Lord Harold y veía cómo mordía su labio disfrutando de mi como si de un juguete nuevo se tratase.

Stefan en ocasiones simplemente observaba y cuando le miraba, asentía con la cabeza para que supiese que estaba todo bien, que todo estaba controlado. Cuando Lord Harold tuvo suficiente me retiró la cera con un pequeño abrecartas que saco de su abrigo. Stefan quitó lentamente las pinzas para que el dolor fuese intenso, grite. Lord Harold me desató de la mesilla y me ayudó a incorporarme. Mis huesos y músculos no respondían, me dolía la espalda, las muñecas, los tobillos…Maldita mesa.

-¡Ponte a cuatro patas encima de la cama, voy a follarte de forma que puedas recordar, voy a darte lo que buscas y voy a recibir el placer final que anhelo! Ordenó Lord Harold.

Sacó el juguete introducido en el ascensor que me taponaba y  me penetró con brusquedad, esa brusquedad que caracteriza a los hombres cuando buscan más su propio pla­cer que el de quien es el causante de ello. Pero estaba bien así, sería la mejor forma para no correrme y cumplir así mi promesa de negación de orgasmos con lo que a Lord Harold respecta, yo solo deseaba satisfacer a mi señor Stefan. Me centré en ser una muñequita una vez más, un objeto que ni siente ni padece, simplemente me dejé hacer mientras pensaba en cosas anti-eróticas y corta calentones. Esperaba ese final de Lord Harold, él solo era un hombre normal en busca de sexo convencional, algo que a mí no me podía aportar nada, así que en cuestión de segundos empezó a retorcerse por un tremendo orgasmo.

Quedé tendida, sin fuerzas, mojada por el sudor, agotada, pero feliz. Stefan se levantó y me cubrió con un albornoz blanco. Me besó en los labios dulcemente, me ayudó a incorporarme y dio por finalizada la sesión.

-Gracias mi niña…- ¿Has disfrutado?.  Preguntó con una sonrisa.

-Me quede a medias y lo sabe.

-Este tipo de actos fortalecen tu entrenamiento y entrega.

Lord Harold preparó tres copas de vino, un Rioja reserva 2003, un espléndido y selecto zumo que selló con un brindis, a tres, mi primera cesión como sumisa.

Esto es todo por hoy.
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