Todo el mundo conoce, o al menos ha ido hablar, de que la infidelidad podría tener un origen químico, haciendo imposible un ejercicio de superación ante algo que está en nuestros genes. Hace poco se descubrió que afecta tanto a hombres como mujeres. Todo empezó cuando se demostró que sobre un 5% de los animales no son monógamos, el 3 % en el caso de los mamíferos. Para nuestra especie aún no hay estadísticas concluyentes (de momento), aunque el creciente uso de pruebas genéticas está demostrando que uno de cada 25 padres podría estar criando los hijos de otro hombre.
Todo comenzó cuando un trabajo realizado por investigadores del Instituto Max Planck de Alemania sobre ciertas aves reveló que las hembras son infieles porque heredan unas variantes genéticas (alelos) de sus antepasados masculinos que aumentan su tendencia a la promiscuidad. Se deduce así que el gen de la infidelidad o “gen Casanova” existe y lo transmiten los machos.
Lo más curioso es que los científicos han llegado a la conclusión de que en este caso la infidelidad femenina no reporta ventajas evolutivas y las hembras que incurren en adulterio lo hacen, sencillamente, porque han recibido esa predisposición natural por herencia paterna. Menos generalista, un estudio sueco echa directamente laculpa de la infidelidad masculina a un gen en concreto, el alelo 334 que tienen dos de cada cinco hombres.
Sin embargo, en Londres, se realizaron estudios genéticos de hijos de mujeres casadas en los cuales se mostró que la carga genética no siempre corresponde con la del padre. El estudio además involucró a hermanas gemelas y se observó que la tendencia a la infidelidad era mayor en aquellas mujeres cuya hermana gemela había sido infiel. Estos estudios cuestionan el mito del hombre infiel y muestran que la infidelidad no es un comportamiento netamente masculino. Estos incipientes estudios replantean conceptos sobre fidelidad e infidelidad, las cuales no solo dependen de factores sociales, religiosos, legales; también los genes pueden estar participando en este comportamiento. La penalización de este tipo de conductas debería considerar no solo el castigo, sino además una rehabilitación que garantice al individuo establecer y mantener una vida en pareja.
Esto es todo por hoy.
Esperamos que os haya gustado.
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