Estaba tan deseosa y nerviosa… no sabía que iba a pasar. Desnuda y vulnerable, a cuatro patas, observada con lupa por mi Amo desde el otro lado del portátil.
– ¿Y yo cuando podré verte? Tengo muchas ganas… – le pregunté un poco decepcionada
-Tranquila cuando sea el momento me verás, todo a su tiempo. – Respondió él con serenidad
– ¿Sabes que estas muy guapa? – Dijo sonriendo.
Giré la cabeza hacia él riéndome de oreja a oreja. Mis piernas separadas dejaban al descubierto mi trasero en pompa, tal y como él me había ordenado. Me sentía observada, expuesta y cada vez más suya, todo suyo, mi cuerpo y mi mente le pertenecían.
Experimentaba una creciente excitación al sentirme rendida a su voluntad, hipnotizada por su voz. La voz que oía cada noche a oscuras, acurrucada en mi cama, antes de ir a dormir. Una voz varonil, experimentada, llena de matices, que escuchaba con los ojos cerrados, aprendiendo poco a poco, a obedecer ciegamente. Cada vez me sentía más cómoda delante de la cámara, más relajada, ¿y él? ¿Que estaría haciendo ahora?
Quizás estaba sentado en su silla de ejecutivo con la corbata desabrochada, en un carísimo escritorio, mirándome pervertido, saboreando el momento, mientras fumaba un cigarrillo. Quizás su miembro empezaba a crecer, poco a poco debajo de su pantalón, en este preciso instante.
Cómo deseaba que cogiera mi cabeza, abrir bien los labios mirándole fijamente y notar como me penetraba la boca profundamente hasta la garganta; su culo empujando fuerte, entrando y saliendo de mi boca sin piedad, una y otra vez, la saliva chorreando pausadamente por mi barbilla hasta caer en mis pechos. Encajando su miembro más hondo mientras me ahogaba dulcemente, sacaba su verga empapada de mí para dejarme respirar y volvía a empotrarla hondo sin piedad. Sin darme cuenta, empujaba mi cabeza contra la pared, me follaba la boca hasta que le placía, repetidas veces, siguió así hasta que su néctar caliente inundó toda mi boca y la rebasó. Su pene seguía dentro y el esperma empezaba a chorrear; como una perrita sedienta lo recogí con las manos y engullí toda su leche, sin desperdiciar ni una gota, para tenerlo por siempre dentro de mí.
Y volví a la realidad al oír su voz:
-Ale, tócate para mí. Tócate como la puta sumisa que eres.-¡Su voz despiadada me calentaba toda!
Por mi estómago note las cosquillas, un latigazo de placer recorría mi cuerpo, y sin pensar mi mano derecha fue a parar a mi sexo depilado. Apretaba fuertemente el clítoris con los dedos y reseguía suavemente mis labios calientes de arriba a abajo, saboreando mi vagina abierta. Mi sexo empezó a palpitar descontroladamente.
-Así me gusta, buena chica. Te estás portando muy bien. -Decía muy sensual, su voz estaba cada vez más cerca de mí.
-Gracias Amo- respondí complaciente.
-Ahora métete un dedo en la boca y chúpalo bien, voy a enseñar a dilatarte. Mójalo, ponle mucha saliva.
Giré la cabeza para que me viera y cuando sentí mi dedo rozando la lengua, cerré los ojos y empecé a chupar muy obscena, sabiendo lo que venía después.
-Muy bien. Ahora métete el dedo en el culo- dijo satisfecho.
Saque el dedo de mis labios y empecé a dibujar lentamente círculos alrededor de mi ano para mojarlo durante un rato. Luego volví a lamerme el dedo y lo introduje suavemente. Mi ano era fino y caliente, cerrado y profundo y deseaba disfrutarlo.
– Bien… Ahora haz lo mismo con el segundo. Gira los dedos, ¿sientes cómo se abre tu culo?-
-Si Amo- aunque lo que realmente quería decirle era: hazme tuya…
-¿Te gusta?- me preguntó complacido
-¡Si Amo!- dije tras parar un instante, tragué saliva y quise disimular, pero el deseo salió desbocado de mis labios.
-Bien… ahora el tercero, ya sabes lo que tienes que hacer.
Mi cuerpo sudado resplandecía, contoneándose lascivo y mi respiración cada vez se parecía más a la de un perra. Con la boca abierta gemía sin control, y un susurro salía en forma de súplica de mis labios, “¡lo único que quiero eres tú!”. Mis dedos seguían dando vueltas en mi interior, y sentía como se dilataba más y más, agrupándolos en uno, hasta que solo quedaba el meñique.
-¿Pero cuantos dedos más tengo que meter?- Le pregunté curiosa:
-Te meterás los cinco ¿ya sabes lo que significa verdad?
Susurré un tímido no, temerosa respecto al fisting anal ya que nunca lo había practicado, pero sabía que ya no había vuelta atrás. Así que seguí insistiendo hasta entrar mis cinco dedos y los nudillos. En ese momento sentí una gran satisfacción por estar haciendo algo que siempre me había repugnado. Y sentía un profundo agradecimiento por mi Amo, pues él me había guiado para superarlo, sabiendo antes que yo, que no era uno de mis límites. Aunque notaba mucha presión, seguía forzándome poco a poco, entrando en mí, en las paredes de mi interior, notando mi calor íntimo, conociéndome como nunca. Mis sentidos se dejaron llevar por el placer anal ya que la sensación era nueva y excitante.
Mi Amo me dijo una vez que no sabes si te gusta algo hasta que no lo pruebas, y en varias ocasiones le he terminado dando la razón. Aunque a mí, me gusta porque és él quien me lo pide, y no otro, porque lo hago para él. En esta madrugada fría y oscura, me acurruco diminuta en una cama inmensa, oyendo de nuevo su voz al otro lado del teléfono, sintiéndolo cada vez más mío.
Esto es todo por hoy.
Esperamos que os haya gustado.
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1 Comment
El Sibarel
09/01/2015 at 19:10Humm