Con mi vestido negro andaba como una pantera en celo, en busca de sexo, mi necesidad vital de cada día…cada hora…cada minuto… latiendo. Mi vida giraba en torno al sexo, pensar en dejarme corromper por mil desconocidos sin cara, con miembros grandes, gruesos, deseables, que saciaran mi sed de lujuria .En la noche de Barcelona, paseaba sola como una perrita por las ramblas en dirección a ronda universidad, y veía siluetas femeninas que subían y bajaban de las aceras, caminando sin rumbo fijo. A medida que iba acercándome, mis ojos se afinaron hasta caer en la cuenta de que no eran mujeres, sino travestis de piernas interminables y pelucas rubias, con minifalda y calzoncillos abanderado en busca de clientes. Siempre había querido saber que se sentía al vender tu cuerpo por dinero. Como hacían del sexo su vehículo de vida, y entregaban su cuerpo y trozos de su alma a un desconocido por unos instantes de placer. ¿Sentían que daban amor o sexo? ¿O ambas cosas? Un día lo probaré, me dije. Como un rastreador de placer, mi sexo andaba más rápido que mis piernas en busca de su gusto.
En pocos minutos paseando llegué al sex shop, entré por una puerta pequeña de cristal y cruce el pasillo largo y negro donde resonaban fuerte mis tacones. Subiendo las escaleras, imaginaba que unas manos reseguían mis piernas, acariciando la línea de las medias que subía por mis gemelos, rozando las pantorrillas, manoseando un trasero carnoso y deseado por miradas ajenas, torpes a tropezar en cualquier farola o paso de cebra. Soy consciente del apetito que despierto, lo planeo desde que me visto en casa hasta que salgo por la puerta. Me arreglo para que me miren hombres y mujeres. Contemplan desde la distancia, pensando que no me doy cuenta. Los hombres acechan mi cuerpo al detalle… me provoca y necesito un bombero cerca que apague mi fuego.
Subiendo por las escaleras, mi cuerpo se contoneaba juguetón ante la inminente llegada a la sala.
Delante de mí vi una pantalla gigante de cine, llena de imágenes calientes y embarazosas y tres filas de butacas color granate recorrían la sala, apenas iluminada. Sin pudor se desarrollaba el espectáculo, empapado de sexo caliente. Mientras tomaba notas mentales, andaba despacio y a tientas en busca de un sitio discreto en la última fila, justo el centro de la sala escogí una butaca y por fin me senté. A mi izquierda, en la penumbra vi a una pareja de chicos besándose y tocándose agitados. Se miraban con apetito y sus besos con lengua eran muy calientes, se daban mordiscos en el cuello y se metían mano por debajo de las camisas, uno de ellos agacho la cabeza de su amigo que fue a parar a su entrepierna. Disfrutando de la vista de hombre contra hombre, empecé a acariciarme. Subí mi vestido por la cintura, aparté las braguitas a un lado con la mano y dejé mi sexo al desnudo. Cuando vi la increíble mamada que le estaba haciendo su amigo, empecé a tocar mi sexo de arriba abajo, notando como mis dedos se hundían en mis labios húmedos.
En ese momento entró un chico en la sala quedándose quieto y observándonos. Al percatarnos de su presencia empezó a caminar en dirección hacia mí y tomó el asiento de al lado, en unos minutos empezó a contemplarme esbozando una divertida sonrisa. Era un chico alto, de un metro ochenta aproximadamente, todo su cuerpo era fornido, destacaban sus piernas largas y su espalda ancha, vestía una camiseta de manga corta, tejanos negros y deportivos de marca de un color azul vistoso. Su piel era de un tono bastante blanco y su pelo era liso y rubio oscuro, enseguida deduje que era nórdico o inglés. Sus ojos almendrados, un poco cerrados y de color azul oscuro se encontraron con los míos y me ruboricé. Mientras pronunciaba su nombre mis ojos se fijaron en sus labios rosados grandes y perfectos. Era el chico más sexy que había visto y su cuerpo fornido hacia que me sintiese a salvo. Su nariz recta enlazaba en perfecta armonía con unos ojos rasgados y serenos, enmarcados por unas cejas rubias acabando por su boca, grande y rosada, muy sensual .Una fiesta para mis sentidos. Durante los siguientes minutos estuvimos comentando la película, lo bien que se veía en pantalla grande, para los dos era nuestra primera vez en un cine x. Empezamos a coquetear durante un rato, hasta que puso su mano sobre mi muslo observando mi reacción.
Al ver que le miraba con interés se inclinó hacia mí, apartó suavemente el pelo de mi oído susurrándome que era una buena perra. Abrí las piernas y empezó a acariciarme suavemente, y mientras me decía lo mojada que estaba, mi vestido subía hasta el infinito. Introdujo sus dedos en mi boca y el sabor conocido me excito aún más. Después los metió dentro con movimientos fuertes notando la presión, la palma de la mano chocaba contra mi sexo y mis suspiros empezaron a hacerse un poco evidentes. Queriendo disfrutar más de él, me levanté del asiento, me puse de rodillas frente a el apoyada en sus piernas, baje la cremallera y metí la mano dentro del pantalón para liberar su miembro apretado. Era grande quizás unos dieciocho centímetros, caliente, de color rosado, tieso en mi mano, sin circuncidar y muy venoso. Sus testículos eran del tamaño perfecto, de un tono claro y casi sin bello. Sin más dilación empecé a menearla en la base, su pene iba de izquierda a derecha suavemente, me mordía el labio de ganas. Mis manos empezaron a subir y bajar notando todas las venas hinchadas y la dureza de su miembro. Cuando estaba a punto de volverme loca y metérmela en la boca, me frenó en seco diciéndome:
– lamela con la lengua perra.-
Al oír esa frase, me di cuenta de quien llevaba el control, así que sin rechistar empecé a lamer lentamente su pene de arriba abajo, saboreando todo su sexo desde la base hasta llegar al glande, mientras lo miraba con cara de perrita obediente. Sin importar si había miradas ajenas, nos compenetrábamos bien, él se inclinaba para acariciarme la espalda mientras disfrutaba de mi boca. Estaba contenta de ser su juguete esta noche.
Suavemente me levanto del suelo e hizo que me sentara en la butaca del cine, abrí las piernas y las puse una a cada lado, en los reposabrazos. En un instante estaba encima de mí, sentía su cuerpo apretándome, y me volvía cada vez más loca, su piel junto a la mía, su olor que me excitaba mucho, percibía toda su pasión por mí, y sus brazos fuertes abrazándome por la cintura como una marioneta dejándome a su merced. Cuando me penetró abracé su espalda y empezó a disfrutar de mí, primero suave y después más fuerte. Mi visión centrada en las imágenes de la pantalla, me hacían sentir más, y no podía contener los gemidos que se disimulaban con los de la película. Sus caderas bailaban para mí, entraba y salía suavemente, miraba mi cara de placer y empezamos a besarnos. Sentía su aliento muy cerca, su respiración y la mía enlazadas agitándose.
Después empezó a besar mis pezones, entro toda la aureola en la boca mientras la succionaba suavemente, su lengua lamia mis pezones exquisitamente, que se erguían al experimentar la calidez y humedad de su boca. Me hacía sentir cada vez más salvaje y loca. Agarré fuerte su trasero y empuje fuerte hacia mí varias veces, con movimientos lentos pero muy intensos y estaba lista, estaba lista para llegar al clímax. Mi cuerpo se ponía cada vez más tenso y erguido, mi corazón latía muy deprisa apretado por su cuerpo, empecé a sudar hasta que la presión dejo paso al placer. Pero quería más, y mientras me ponía a cuatro patas en el suelo y violaba mi culito apretado, sentí otro orgasmo recorriendo mi cuerpo tenso, temblando de gusto. El guapo desconocido saco su miembro de mi trasero y empezó a masturbarse mientras le pedí arrodillada que acabara en mi boca, para poder jugar con su néctar, hacer burbujitas y tragarlo todo.
Cuando terminó le agradecí mucho su entusiasmo y sus ganas por hacerme disfrutar tanto, nos pedimos los teléfonos y después de unos días volvimos a quedar, esta historia os lo contaré en otro relato.
Esto es todo por hoy.
Esperamos que os haya gustado.
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