Relatos

Te quiero a ti, no a él.

Hoy os traemos una segunda parte del relato (primera parte) de la semana pasada, transcrito por la misma pareja. Esperamos que lo disfrutéis.

Después de aquella primera vez que le puse los cuernos a mi pareja todo parecía más sencillo, y por supuesto, a aquella primera le siguieron unas cuantas más. Todo seguía un orden. Primero le avisaba. Generalmente al mediodía. Tumbada en el sofá le ordenaba que metiera su cabeza entre mis piernas y al tiempo que él se afanaba por darme placer con su lengua yo le decía cuánto necesitaba que una verdadera polla me penetrara, y tras el orgasmo, mientras atusaba su cabello arrodillado a mis pies, como cualquiera haría con su perro, le espetaba –Esta noche saldré de caza, cariño- Su resistencia fue mínima desde el principio, y para la tercera o cuarta vez ya se limitaba a guardar silencio esperando el momento en que yo saliera de casa.

            Hace apenas seis meses decidí dar un nuevo paso. Me gustaba aquello de poder salir de vez en cuando, libre, sin complicaciones y darme un gusto, sin embargo yo quería algo más, necesitaba más. Deseaba poder mostrar a todo el mundo aquello, no quería tener que vivirlo solo de puertas adentro. De modo que un viernes me decidí a dar un paso más.

            Al regresar del trabajo mi cornuda me esperaba en la puerta, vestida con medias y falda negras, con un delantal blanco y el torso depilado y desnudo. Me esperaba cual árabe rezando hacia La Meca. Como cada día me planté frente a él y comenzó el ritual. Primero me descalzó depositando un beso en cada pie. Luego, tras incorporarse levemente desenganchó mi liguero y desnudó mis piernas besando cada centímetro de mi piel según esta iba quedando al descubierto. Lo siguiente era retirar mi blusa y mi sostén con mucho cuidado de que sus manos apenas rozasen mis pechos, ya que hacía días que tan solo le permitía tocarlos con sus labios cuando yo se lo ordenaba. Regresaba entonces a su posición de rodillas para bajar mi falda. Y por último retiraba mis bragas y por un instante le permitía que su nariz, sus labios, su lengua se impregnasen con mi olor íntimo. Después yo decidía si pedirle que me preparase el baño, o cualquier otra orden.

            Aquel viernes decidí apartar su cara de mi sexo y agarrándole por el pelo le llevé a cuatro patas hasta la habitación y me tumbé en la cama con las piernas abiertas. No hacía falta hablar, inmediatamente subió al colchón dispuesto a cumplir con su obligación, y después de llevarme al orgasmo por primera vez con su lengua le ordené, para su sorpresa, que se quitase las bragas blancas de algodón que llevaba, se levantase la falda hasta la cintura y ocupase mi lugar mientras yo me colocaba un arnés con un falo de tamaño considerable. Estaba muy excitado. Su pene enhiesto goteaba. Até sus muñecas al somier de láminas por encima de su cabeza para que no tuviera tentaciones de tocarme o tocarse. Y posteriormente hice lo mismo con sus rodillas, de modo que su culo quedara en posición perfecta para la penetración, expuesto totalmente. Después metí sus bragas en su boca y la sellé con cinta americana y lo follé lentamente disfrutando de cada empujón, de como se retorcía, de como su pene latía mientras le fijaba en su condición de sumisa, de perra. Tras unos minutos a penas tuve que rozar su enorme clítoris para que eyaculara de forma abundante y salvaje mientras se retorcía inmovilizado sobre la cama.

            Extraje entonces el falo, y lo deposité en la cama, a escasos centímetros de su cara y le dejé allí mientras me daba una ducha. Regresé con el móvil en mi mano y le saqué una foto de aquella guisa. Seguidamente se la mandé a mi mejor amiga, la única a la que le había podido contar mi relación sin que se escandalizara. Unos segundos más tarde llegó su respuesta. –JAJAJA, qué putón!- se lo enseñé a mi perra para que fuese consciente de que yo no era la única que conocía su verdadera condición y respondí al mensaje invitando a mi amiga a que viniese a cenar aquella noche. Después desaté a mi perra y la hice ducharse. Al salir le tenía preparada el uniforme de servicio en color caqui que le regalé días atrás y yo misma me preparé como los días que salía de caza, medias de costura francesa y vestido ajustado que resaltaba mis curvas y sobre todo mis grandes pechos.

            Le ordené que preparase una cena suave y ligera para mí y mi amiga. Una ensalada de ahumados y unas tostas de verduras. Y para él un puré de patatas con cuatro tacos de hígado encebollado. Se le veía nervioso, más nervioso que de costumbre. La idea de que alguien que no fuera yo le viese en su verdadero rol le carcomía. No decía nada, pero se le notaba, y aquella sensación tuvo su climax en el instante en que sonó el portero. Entonces se arrodilló frente a mí y me miró suplicante.

            –Por favor Mi Domina, me da mucha vergüenza…

            -Pooobre- me burlé- pues antes, mientras te follaba no parecía darte mucha vergüenza ser una zorrita. Anda, levántate y abre la puerta.

            -Pero…- Le abofeteé la cara sin pensarlo dos veces.

            -¡¡No me cabrees!!

            Se incorporó entonces y abrió la puerta a mi amiga. Tenía la mirada clavada en el suelo cuando ella entró.

            -Mírala que maja.- dijo mi amiga al verle – ¿Y de verdad hace todo lo que tú le pides? – preguntó dirigiéndose a mí.

            -Claro que sí, pero no lo que le pido, lo que le ordeno- aclaré

            Nos sentamos en el salón con unas copas de Albariño mientras mi cornuda terminaba de preparar la cena.

            Poco más de diez minutos nos tocó esperar hasta que mi perra apareció en el salón para indicarnos que la cena estaba lista. Nos sentamos a la mesa y mi cornuda se quedó de pié, atenta para llenarnos las copas. Viéndola allí, de pié, con las manos cruzadas frente al regazo y los ojos clavados en el suelo me sentía divertidamente orgullosa.

            -¿No come?

            -Después, primero que nos atienda a nosotras.

            -¡Qué gozada! Yo quiero uno así para mí, ja ja ja.

            -Tiene sus cosas buenas, aunque claro, después tienes que buscarte amantes de verdad.- las dos reímos abiertamente para mayor sonrojo de él. – Menos mal que al menos domina su lengua.

            -Ya es algo, yo últimamente no pillo uno que sepa comérmelo en condiciones.

            – ¿Si quieres una prueba práctica?

            – ¿En serio? ¿No te molestaría?

            – Claro que no, siempre que le dejes claro cual es su lugar. Ah, y de su polla ni hablar, claro. Ya has oído a mi amiga, metete debajo de la mesa y hazle una demostración- Le ordené a mi perra.

            En pocos segundos la cara de mi amiga demostraba que mi cornuda había empezado con su trabajo, y al parecer no lo estaba haciendo nada mal. Me levanté entonces y colocándome de cuclillas tras sus cuartos traseros introduje mi mano bajo su falda. Tenía el pene duro bajo las bragas. Lo liberé de la presión y sin mediar palabra serví su comida en un plato y lo coloqué entre sus piernas, justo debajo de su sexo mientras mi amiga observaba todo entre gemidos, divertida al intuir lo que vendría. Entonces agarré la polla de mi cornudo y comencé a moverla, arriba, abajo, arriba, abajo hasta que su eyaculación, su leche cayó directa sobre el puré de patatas.

            Nos quedamos en la cocina viendo divertidas como cenaba a cuatro patas como si fuera una perra. De vez en cuando yo empujaba su cabeza contra el plato para que el puré le cubriese el rostro. Después le dejamos limpiando y recogiendo y nosotras nos fuimos de fiesta. Nos ligamos a dos jovencitos con los que terminamos en una habitación de hotel. La verdad es que pecaban de inexperiencia que suplían con un deseo incansable. No pegué ojo en toda la noche, y me aseguré de que mi cornuda tampoco lo hiciese, para ello, siempre que uno de los chicos se disponía a satisfacerme llamaba a mi perra para que escuchase como gemía, como disfrutaba. Sabedora de que lo escuchaba con atención, no desperdiciaba la ocasión para alabar el tamaño del miembro y la fogosidad de aquellos adonis. Me excitaba la idea de imaginar como lo estaría sufriendo mi cornuda y entonces lo vi claro, deseaba, necesitaba que mi perra me viera gozar con otros. Aquello ya no era suficiente…

Esto es todo por hoy.
Esperamos que os haya gustado. 
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1 Comment

  • Reply
    Anónimo
    01/19/2015 at 12:20

    Me ha encantado. OS habéis superado y me habéis puesto a mil…..ansioso de leer vuestra próxima entrega. Gracias.
    @bilblarry

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