Relatos

Un pequeño…regalo.

Hace tiempo cayó en nuestras manos un nuevo capítulo de un libro erótico que estaba escribiendo un conocido. Aparte de felicitarlo por su alto contenido erótico, queremos darle las gracias por darle un guiño al apartado de juegos de rol y sumisión que está añadiendo al libro, aunque a nivel algo vainilla, y que lo hacen más interesante. Con su permiso vamos a añadir aquí ese fragmento que tanto nos ha gustado. Espero que os cause la misma impresión.

–  ¿Cuándo has entrado?
– 
Ahora mismo. Te he pillado abriendo el armario. ¿Qué hacías ahí?
– 
¿A ti qué te parece? Buscar el cajón.
– 
Eres una espía, ¿lo sabías?
– 
Es que tú, señor Policía, me has tentado a urgar en tus cosas.

Ian me rodea la cintura con sus brazos, sus manos agarran con fuerza mi trasero. Su boca busca ansiosa la mía, como si hubieran pasado años sin vernos y las charlas por mensaje fueran muestras de nuestro deseo. Nuestras se lenguas contonean para tocarse, acariciarse y saludarse.

–  Y ahora, espía, callada o aviso a la Policía de verdad.

Gira completamente mi cuerpo y lo apoya en la pared, agarrando mis manos que ha dejado en mi espalda. Sus movimientos de cadera hacen que su pene, ya erecto, se frote una y otra vez contra mi trasero. Ahora su boca besa mi cuello. Sus dientes muerden mi cuello para mantenerme en silencio, como cualquier macho que calla a su hembra. Jamás me han excitado estos juegos, pero desde que lo conozco todo tiene una nueva dimensión. Lo hace para complacerme, no para someterme o hacerme sentir mal. Eso es lo que más me excita. Por ello mis partes sexuales ahora están mojadas. Me he mojado con mucha facilidad.

–  Ah…

Su mano tapa mi boca y me da un cachete suave en el trasero y luego en la vulva.

–  ¿No querías un policía? Pensaba que querías un Policía para follártelo.

Confundida, intento responder hablando pero su mano tapa mi boca y no me veo capaz de responder bien. Otra vez. Un azote en la vulva. Y otra en el trasero.

–  No hables. Solo asiente o niega con la cabeza. No quiero que te oigan los vecinos.

Asiento. Ahora algo más fuerte. Estoy nerviosa. Me tiemblan las piernas. Electricidad. Vuelve aquella electricidad en mis piernas. Ahora no. Dos azotes en la vulva. Dos en el trasero

–  Estoy harto de que gimas en sueños. Parece conmigo no tienes suficiente. Llevas tiempo soñando con esto, lo sé.

Una cinta suave recorre mis manos, me hace cosquillas pero no me atrevo a reír. No conocía esta faceta de Ian y me está asustando. ¿Qué está pasando? Ah. Has apretado demasiado fuerte. Muevo mis manos para ver si te das cuenta del error. Tus dedos tocan suavemente mis manos y aflojan algo la cinta. Mis manos han quedado atadas detrás de la espalda, quedándome indefensa. Tus manos desabrochan lentamente mi camisa, mientras me besas en el cuello. Busco tu mirada con tal de saber qué es lo que pasa, qué piensas y cómo me miras. Pero cada vez empujas mi cara contra la pared, indicando que ahí debe quedarse. Mis pechos han quedado al descubierto y empiezas a acariciarlos, suavemente. Siento tus yemas dando círculos en mis pezones. Apretando y pellizcando un poco, intentando provocar algún quejido más. Pero no puedo. No me sale. Estoy en shock. Tus manos se posan sobre mis hombros y ahora apoyas mi espalda contra la pared. Mis senos están calientes de sentirse durante dos intensos minutos y mis ojos siguen intentando encontrar tu mirada. Pero tú no me miras. Me tratas como un objeto. Tu húmeda lengua lame con dos lengüetazos cada uno de mis senos. Qué rico y fresco alivio. Noto tus labios sobre mis erectos pezones, aferrándote a mí, sin dejarme escapatoria.

–  Parece que la ladrona está arrepentida. Tranquila, no serás dañada. Solo deberás recompensarme por intentar espiarme.

Sí. Dime que sí. Repítelo. Confirma mis sospechas. Agarrándome del pelo me acercas a la mesa. Abres el último cajón de la cajonera situada al este del escritorio. Ahí estaba. El cajón que debía buscar. Estoy segura. Veo ante mis ojos, ahora perplejos, unas esposas metálicas que me enseñas sonriendo, lascivo. Vas a esposarme las manos. No has tenido suficiente con la cinta y quieres esposarme las manos y usar la cinta para amordazarme. Eres un psicópata. Lo sabía. Esto no podía ser normal en un hombre como tú. Todos tenéis algo malo que ocultar hasta pasadas algunas semanas, en las que bajamos la guardia y nos confiamos. Y ahora no puedo escapar. No puedo gritar, me tienes atemorizada. Las piernas me siguen temblando. Mis ojos, lentamente se apoderan de un mar de dudas sobre mi futuro.

¿Qué? Veo como abres tus esposas y cierras cada una de ellas en mis pechos. Fuerte, para que no se escapen. Compruebas nuevamente que no vayan a caerse pos su propio peso. Ahora las veo mucho más grandes, las esposas han comprimido la base del pecho y hace que la carne y la sangre se centren en las areolas y los pezones. Parece que mis pechos hayan pasado de una copa B a una copa D.

Tira. Tiras de las esposas para acercarme a la pared cercana al escritorio. Me besas apasionadamente, pero yo, no puedo responderte. Sí, besos tus labios y muestro que quiero follar contigo. Pero la duda de excitación y miedo que recorre mi cuerpo impide que me entregue completamente. Separas mis piernas y ahí lo ves, mi depilado tesoro, a excepción del monte de Venus. Como a ti te gusta.  metes un dedo en mi vagina y compruebas que no estoy lista. Sabes que no es normal en mí.

–  Tranquila, ladrona. No va a pasar nada que no quieras. Solo déjate llevar y dale a tu Policía esta recompensa.

¿Mi policía? Ah. Tu lengua juega con mi clítoris y no me deja pensar. Es la única zona de mi cuerpo que me evade completamente de cualquier pensamiento. Presionas con fuerza el clítoris, noto mucho más esas vibraciones con los labios vaginales separados por tus dedos. ¿Esta es su recompensa? Recompensa… Ah. Ahora las esposas están tirantes, tiras de ellas con algo de fuerza para devolverme a la realidad. Me siento poseída. Te observo en silencio totalmente superada por la situación, casi desnuda y siento estimulada por tus dedos. Y sigo igual de seca que antes. Un susurro. Me está susurrando.

–  Solo es un juego de rol. No te asustes.
– 
¿Eh? ¿Juego de rol?
– 
¿No le había dicho que se callase, ladrona?

Asiento. Pero ahora mordiéndome el labio. Me tenías asustada. Has tardado mucho en resolver mis dudas. Pero ahora entiendo todo. El llamarme ladrona, el ser mi policía, empotrarme contra la pared y darte la recompensa. Hace tres semanas que te conté una fantasía. Pero no me habías avisado y me has cogido desprevenida. Me has asustado. Pero ahora la electricidad vuelve, ese cosquilleo invade todo mi cuerpo y se acumula en mi vientre. Lentamente bajo hacia tus partes, besándolas fuera del pantalón y moviendo mis manos dando a entender que quiero darte tu recompensa.

Pero vuelves a tirar de las esposas para que me levante. Esta no es la recompensa que quieres. Con más fuerza me empotras contra la pared, sintiendo frío en todo mi cuerpo excepto en mi sexo. Tu dura polla se clava dentro de mi vagina de una sola embestida, haciendo que gima alto de placer. Te acercas a mí y me tapas la boca. Estaba equivocada. Muy equivocada. Ahora es cuando me siento totalmente poseída e indefensa. Ahora es cuando me siento entregada y con muchas más ganas de que me penetres como nunca lo has hecho. Quiero me uses como te dé la gana para que mi fantasía te divierta lo suficiente como para cumplirla.

Tu rapidez aumenta, el ritmo suave de la noche anterior no te convence. Te gusta galopar fuerte en este tipo de coas y lo noto. Estoy empotrada en la fría pared, que poco a poco se va calentando con mis sudores; has metido mis bragas en mi boca y la estas cerrando con tu mano para que no vuelva a hablar o emitir sonido alguno. Las esposas cada vez tiran más de pis pechos y me siento totalmente usada. Usada para este sexo y entregarme mejor a la fantasía.  No puedo evitarlo. No puedo callarme. Mis ganas de gemir aumentan. Tu polla entra y sale con mucha fuerza, alejándome y empotrándome a la pared en cada embestida. Mis piernas empiezan a perder fuerza. No puedo aguantarlo más y necesito gemir.

–  Grita lo que quieras. Nadie puede oírte ahora.

Sí.  Gracias. Sabías que lo necesitaba. No desaprovecharé esta oportunidad. Tus dedos empiezan a masturbarme con algunas palmaditas en la vulva para estimularme aún más. Algo se acerca. Aún no me he corrido pero ya pierdo fuerzas, como si llevara horas así. Que erótico. Esto me pone mucho. Jamás pensé que esta fantasía diera tanto de sí. No esperaba que me tirasen del pelo hacia atrás para curvarme tanto y también evitar que me deslice por la pared. No sabía que ser agarrada del pelo  me gustase tanto. Ahí viene. Ah. Ah. Mis gemidos cada vez son mayores, más alto. Empiezan a traspasar mis braguitas y tu mano de lo que estoy disfrutando. No puedo evitar gritar sin cesar del orgasmo tan intenso que estoy sintiendo y que parece no acabar para dar paso al siguiente. Mis manos empiezan a  retorcerse, quiero tocarte, quiero arañarte. Necesito que esta fuerza interior se vaya, mis músculos no dejan de tensarse para darme más y más placer y para que esto nunca se acabe.

El final. Lo has terminado. Qué alivio. Siento que has dejado de penetrarme. Estás a punto de correrte. Con tus manos rodeas mis hombros para girarme y acercarme a tu polla. Como a ti te gusta que el sexo se acabe, chupar hasta el final. Sacas mis bragas de mi boca. Y tú estás ahí, masturbándote sin haberte sacado nada de ropa. Solo con los pantalones bajados.

–  ¿Cómo está la ladrona? Puedes responder.
– 
Bien, señor policía.
– 
¿Sabes qué viene ahora, no?
– 
Sí. Dejaré que me folles la boca si quieres y me dejes escapar.
– 
¿Quieres escapar? ¿O quieres descubrir nuevas cosas?
– 
¿Nuevas cosas?
– 
¿Quieres más orgasmos así?
– 
Oh, sí señor policía.
– 
Ahora voy a cumplir yo una fantasía.
– 
Sí, señor Policía.

Voy bajando, acercándome a tu erecta polla que no dejas de masturbar. Tus ojos poco a poco se acercan a ese punto en el que tus ojos se ven blancos, justo antes de correrte. Pero me aguantas de las esposas para que no me acerque. Abres mis húmedas bragas y te corres en ellas. Justo en la zona donde va el trasero. Indicas que me acerque y te hago caso, sin saber bien qué hacer. Entiendo lo que me pides, así que muevo las piernas como deseas. Y ahí están. Mis bragas han vuelto a mi trasero adornadas con tu caliente semen que ahora empapan mis nalgas.

Esto no me lo esperaba. Nada a decir verdad. Pensa

ba que querrías correrte en mi boca y que al fin aceptara tragar tu semen, como muestra de mi confianza y de que ya quiero complacerte en todo. Pero has elegido correrte en mis bragas y ponérmelas en el trasero, como si fuera una muñeca. Una muñeca ladrona que ha sido corregida por un policía. Nunca pensé que esta historia fuera a suceder. Y sin darme cuenta ya te has subido los pantalones y me has liberado de la cinta y las esposas. Estaba tan ensimismada mirándote a los ojos, reafirmando lo enamorada que estoy de ti que no me he dado cuenta.

–  ¿Estás bien?
– 
¿Eh? Sí. Sí. ¿Porqué?
– 
Porque te estoy hablando y no me haces caso.
– 
Sí. Estoy…en las nubes.
– 
¿Lo has pasado bien?
– 
Mucho. Lo repetiría.

Esto es todo por hoy.
Esperamos que os haya gustado. 
No olvidéis comentar y compartir esta entrada en vuestras redes sociales. Es un minuto y ayuda inmensamente a la web.

firmagrey

No Comments

    Deja un comentario

    error: Content is protected !!
    Don`t copy text!
    A %d blogueros les gusta esto: