Esta semana hemos aprendido un término nuevo, hace referencia a la excitación sexual con la lana y la necesidad de frotarse con ella o estar en contacto. Tal puede ser este fetichismo, por no decir fanatismo, que no tiene porqué ser el cuerpo exclusivamente: teteras, tapetes, colchas, fundas del móvil… todo recubierto de lana, todo pensado para una excitación constante sabiendo de la dificultad de encontrar alguien así.
A simple vista, no parece que sea fácil buscar nexos de unión entre la lana y el erotismo, la lujuria o el desenfreno, pero algunas personas siÍ que le han encontrado el punto: los woolies o wooly lovers, en inglés, una comunidad nada desdeñable a la que Internet ha salvado la vida y ha ayudado a que sus integrantes se relacionen más entre ellos. Gracias a portales como Woolfreaks, la fracción mundial de fetichistas de la lana puede ponerse en contacto, hacer amigos, contar experiencias y encontrar pareja que comparta el mismo amor por la sensación que produce ese cálido, suave, rugoso y hasta irritante material en contacto con la piel, los genitales o cualquier otro punto de la anatomía física o mental.
La explicación al por qué el pelo de oveja tiene el extraño poder de suscitar el deseo sexual en ciertas personas es complicada, aunque algunos, como la sexóloga Gloria Brame en un artículo de la revista Racked, titulado Meet the Woolies, se aventuran a dar hipótesis, “algunas personas se sienten confortables envueltas en lana, como cuando eran niños. Hay algo que reconforta y tranquiliza. En la pubertad, aparecen los cambios psicológicos y es cuando algunos empiezan a hacer una conexión erótica entre algo que siempre les ha gustado pero no saben muy bien por qué”. Según Francisca Molero, sexóloga, ginecóloga, directora del Institut Clinic de Sexología de Barcelona y directora del Instituto Iberoamericano de Sexología, “todos tenemos pequeños fetiches, cosas con las que nos sentimos seguros o que nos gustan y nos han condicionado a lo largo de nuestra vida. El problema de los fetiches es cuando se convierten en parafilias y entonces, la única manera de excitarse sexualmente que tiene una persona es a través de ese objeto o esa práctica, y éste se convierte en el eje, en algo más importante que la persona o la relación”.
Una de las desventajas de estar sexualmente obsesionado con un objeto o situación es que no siempre es fácil encontrar una pareja que te siga en tu empeño. “A muchos fetichistas les cuesta mantener una relación y tienden a quedarse solos porque es complicado seguirlos en su adicción”, comenta Francisca Molero, “pero para llegar a este punto hay que tener una personalidad adictiva. Cualquier juego es valido y deseable para añadir variedad a la vida sexual. El problema es cuando el propio juego toma las riendas y aparece la culpa. Haces algo porque te gusta y te calma, pero luego te sientes culpable y la propia culpa refuerza ese comportamiento. Hay entonces que romper ese círculo desensibilizando y buscando otras cosas gratificantes, que sirvan de sustituto a lo que se ha vuelto ya adictivo”.
Esto es todo por hoy.
Esperamos que os haya gustado.
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